Carta de suicidio,
Un lugar ideal para vivir es la playa. Esas zonas costeras en las que delante tienes el mar y a tu espalda queda la montaña. Éso sí es un buen lugar para comenzar una vida. Flora y fauna, toda la que quieras. Un ecosistema rico. Si lo que buscas es calidad de vida, allí tienes que ir. Y si elijes la costa mediterránea, mucho mejor. No sólo tienes la situación ideal, también el clima perfecto. Es muy probable que, tras crear mi vida sobre esta base, no me marche jamás. Sería absurdo. No hay sitio mejor. Me gustaría describir la vida aquí, en el pueblo de costa, pero mi capacidad inventiva últimamente ha mermado y forzarla sería demasiado forzoso. Aún así, no me privo de intentarlo.
Aquí, el mar es una gran laguna. Suele estar en calma y no hay otra cosa que ése intenso color azul-verdoso. Y el horizonte. De vez en cuando, el pacifismo del mar se ve enturbiado por enormes barcos de carga que van y vienen del puerto. O por algún piragüista o remero que quiere disfrutar de tanto azul. Mis días preferidos son los de sol, porque a mí me afecta mucho la luz. Si no hubiera estudiado biología creería que necesito hacer la fotosíntesis. A pesar de éso, mi color preferido es el gris, intenso. El de los días de tormenta. Que son pocos pero alivian. Los que son insoportables son los de llovizna, porque suelen venir acompañados de más días mojados. Y como ya he dicho, la luz me afecta. Es extraño que las plantas, necesitando luz, tengan mejor aspecto cuando no la hay. Pero claro, nuestros conceptos de iluminación óptima no son los mismos. Ni siquiera se parecen.
Pero, de todas maneras, quiero un velero. Ya no un yate. Con un velero me conformo. Imagínate. Todos esos días disfrutando de la libertad del agua. De una fuerza superior a la tuya. Con la que no puedes competir. A la que no puedes controlar. Y aún y así, no importa. No es Dios. Sólo es algo grande. Muy grande. Que tiene más fuerza que tú. Pero que no es ni omnipotente, ni bondadoso, ni furibundo, ni nada. Sólo es naturaleza. Muchos la consideraron diosa. Yo sólo natural. Las gentes de costa, antes, creían en diversos dioses. Como la mayoría de las antiguas civilizaciones. A veces me pregunto si el mundo moderno se fundó en ese cambio. En el del monoteísmo, la monogamia, la jerarquía social, el más fuerte. Porque habría sido mejor si hubiera sido el más listo, o el más bueno, o el más justo. Pero no. El más fuerte. Porque, aunque rehuimos de la naturaleza, hacemos como ella. Gana el fuerte, el débil muere o sale malherido, o desaparece sin dejar huella. Como el politeísmo. Ganó aquél que lo tuvo todo, todos los poderes, toda la fuerza. Ganó uno solo, sólo uno ganó. Y el mar triunfa tantas veces que es imposible no rendirse a él. Por eso quiero un velero. Para sentir que no tengo la fuerza.
Dicen que es un tanto freudiano que el poderoso busque perder su poder. Al menos eso indica que no soy avaricioso, –o que estoy traumatizado-. Puedo desprenderme de mi corona y seguir adelante. Quizás no sea más que mera ilusión. Quién sabe. Pero me gusta creer que es así. Sé que hay muchas cosas mucho más importantes que todo lo que tengo, que es mucho. No quiero dinero, no quiero frivolidad, no quiero éxito, no quiero reconocimiento ni fama. Quiero lo que la vida realmente es. Un intercambio de preguntas y respuestas. Eso es lo que yo quiero.
Dixit.
El rey.