viernes, 4 de junio de 2010

Sólo para que llegues antes, princesa.

Princesa de bares oscuros, ¿qué sucedió? Arriesgaste demasiado…, soñaste demasiado. Ahora vuelves a tu vida y ya no es tuya, ¿verdad? Alguien te robó los besos que dabas. Te robó tus caminos, tus paseos, ese olor a salitre y pescador de madrugada que tanta paz te daba. ¿Te robaron el mar? Allí sigue, princesa. No vuelvas atrás, no vuelvas. Reemplaza mares eternos por la impetuosidad de las montañas, días soleados por el seco calor de la campiña.

Qué te pasa, princesa. Antes eras grande como el cielo y ahora te encierras en tu escondite de cristal. Te acosa el miedo. Sientes melancolía por lo que nunca tendrás. Te ahogas en la tristeza de un alma rota por el tiempo. Y todavía no te das cuenta… desperdigas los retazos de felicidad. No todo está perdido, princesa. No te refugies en esa esquina sucia de frustración. No te dejes llevar por tu soledad. Borra la niebla que cubre tus ojos. Despereza de tus espaldas la imperfección de la humanidad. Lo sabes, no se reduce a perder o ganar.

Princesa, vuelve al camino, vuelve pronto. No importa lo que hagas, ni lo que tengas. Ni la montaña ni el mar se han desplazado un milímetro. Vuelve a soñar, bonita, aunque solo sea por el brillo de tus ojos. Los bares mugrientos no son para ti, no sin buena compañía. Deja el whisky, no queda hielo ya. Siempre fuiste un poco destructiva, lo sé, pero no puedes quemar tus heridas con alcohol para que cicatricen antes.

Sal del bucle, princesa. Vuela de nuevo. Sueña. El desengaño no es un precio tan grande. Recupera tu libertad. Temes equivocarte de nuevo, temes perder ese estoicismo que tanto te ata. Llora de nuevo, como cuando ves esos dramas que te descorazonan. Seguro que así volverás a sonreír. ¿Perdiste un amor? No perdiste una vida.

Levántate, si te tambaleas yo te saco del bar. Vámonos a América, princesa, tiene más futuro que esto. Permítete ser feliz. No profetices, no teorices. Limpiaremos el óxido de ese corazón tuyo. Bailaremos al son de letras sin fin. Te daré tu biblioteca, te contruiré tu ático. Te ofreceré cualquier cosa que te acerque a la felicidad. ¿No es esto lo que debo darte? Verdad y Esperanza.

Llámame como quieras, princesa. Puedo llamarme Felicidad, Amor, Filosofía. Puedes llamarme Literatura o Poesía, Artes… incluso Dios. Llámame como desees, princesa, pero aférrate a mí. Volaremos juntos, bien alto, para que tengas una panorámica de tus mares y tus tierras. Para que saborees el cielo. Pero sobretodo, para que llegues antes.