lunes, 30 de enero de 2012

La mejor amiga de Batinel

La mejor amiga de la señorita Batinel es alguien digno de mención. De personalidad extraña y contradictoria, cuando uno la conoce parece afable y simpática. Rara es la persona que se da cuenta de su lado oscuro, incluso sus más allegados. En allegados incluímos a la señorita Batinel, a la que si le preguntas por esa doble personalidad de su amiga, responde de acuerdo a su lealtad, pero también a su ignorancia.

Tuve la oportunidad de conocer a Celina hace ya tiempo, en una fiesta. Recuerdo que me pareció muy sonriente. Desde luego, "sabía estar". Le podías presentar a quien fuera que sonreía, o contarle lo que fuera, o decirle lo que fuera. Siempre sonreía, siempre. Con aquella mueca de felicidad confiada fijada en la cara. Me pareció amable. Recuerdo que entablé el típico intercambio de cortesías con ella y, aunque no me pareció demasiado inteligente, tampoco me llevé una mala impresión.

Tras aquella fiesta traté a Celina con mucha más profundidad. Me resultaba tiempo tranquilo el que pasaba con ella. Nunca teníamos conversaciones de gran calado, en ningún sentido. A medida que se sucedía el tiempo de nuestra nueva amistad nos fuímos haciendo la una a la otra. Sin embargo recuerdo darme cuenta de la tendencia que tenía a ser una niña grande. Me llevé algunas sorpresas, pues nunca había conocido a nadie tan dependiente y posesivo con un lado tan encantador. Pero bueno, siempre sonreía.

La relación entre Batinel y Celina es curiosa. Celina admira a su mejor amiga con esa admiración que siente el niño por su héroe. Me atrevería a decir, fruto de mi observación, que es el tipo de relación utilitarista: la señortia Batinel tiene a una amiga bien parecida que la mira con admiración y la halaga constantemente, que viste bien y sabe estar en las fiestas y demás celebraciones e, incluso resulta amena; Celina es harina de otro costal: en secreto está celosa de Batinel y aprovecha cualquier ocasión para difamarla, si alguien la elige antes que a ella (y siempre en privado, nunca con la otra delante). A la vez la aprecia y no la quiere perder como amiga. Es contradictoria, Celina. Aunque quizás sólo sea débil. Y es consciente de ello.

En todo caso, todo ello tiene cierto punto oscuro, como podréis comprobar. Pero bueno, los entresijos de las relaciones humanas son tan inexcrutables como sus caminos. Personalmente, siempre he pensado que había algo más en todo ello, sí, algo más que algunos tacharían de oscuro o enfermizo. De todas maneras, aunque Celina siente celos, Batinel la desprecia un poco.

lunes, 23 de enero de 2012

La juventud de Batinel

Estaba allí sentada la señorita Batinell. Hacía poco que se había levantado y, envuelta en su bata, desayunaba a la mesa café y tostadas, con mucho menos glamour de lo que le gustaría. Sobre la mesa, a su derecha, tenía abierto el Mcbook y a su izquierda el Iphone. Desayunaba mientras pensaba qué se iba a poner. Ese vestido con esos magníficos zapatos. El bolso, el pañuelo, el abrigo, las joyas. Un conjunto perfecto para ese día perfecto. Tras leer la versión online del periódico se ducha, se viste, se maquilla. Se perfuma también. Ya está perfecta para salir de casa.

Coge un taxi y llega a la universidad. Entra en clase, saca el Ipad y entra en facebook. Luego twiter. El correo, el personal y el de la uni. Van llegando amigos y compañeros. Llega el profesor. Comienza a tomar apuntes. Descanso. Apuntes. A veces come en casa pero generalmente lo hace en restaurantes. Tiene muchos amigos que se lo pueden permitir. No le van los pobres.
 
Puestos a elegir, no le van ni los pobres, ni los feos, ni los poco educados, ni los que no tengan nociones de protocolo, o los que no combinan bien, o los que padezcan de sobrepeso, o los que no sean los más listos de su calle. Entre una larga lista de peros.
 
Tras el restaurante vuelve a casa para cambiarse de ropa; el conjunto de mañana cambia por el de tarde, si ha quedado. Y éste se sustituye por el de noche. Normalmente tiene una cena a la que asistir, o una fiesta, o ambas. Está muy solicitada. Porque es guapa, rica, viste bien, mantiene buenas relaciones, y es, en general, la mas de-todo de su calle. Bueno, no de su calle. De la zona, de la ciudad, casi del planeta.
 
Y eso es en lo que emplea la mayoría de su tiempo. En aparecer. Quizás también en aparentar, aunque ni siquiera sea capaz de admitirlo.
 
A veces, tras haber quedado para comer e ir de compras, llega a casa y tiene un minuto de silencio en el que sólo está ella misma. Y entonces, tras colocarlo todo en su sitio y observar que su piso está ordenado, impoluto, se da cuenta de que no está tan encantada de haberse conocido. Pero ahoga cualquier introspección, si es reprobatoria, planeando el siguiente conjunto, la siguiente compra, o viaje, o cena, o proyecto que no alcanzará a satisfacerla. Demasiadas veces se permite culpar a otro, a cualquiera que no sea ésa que le devuelve la mirada a través del espejo.
 
A medida que crece se hace más preguntas acerca de su verdadera forma de ser. Pero con la misma rapidez con la que envejece responde a esos interrogantes con mayor prontitud, ahogándolos en promesas vacías.
 
A fin de cuentas, la señorita Batinel no está echa para esas reflexiones. No es que toda su vida sea estar magnífica ante los demás y ante ella misma. También tiene sus puntos profundos. Pero todavía es joven. Y le toca disfrutar de la exhuberancia de esa época dorada que siempre termina. Tarde o temprano. Y en nuestros días, aunque se acentúe la cualidad de efímero, se compra barato el tiempo, aunque se pague caro.

lunes, 16 de enero de 2012

Conexiones

El acto de contar es esencialmente humano y, sin embargo, siempre he comprendido a las personas introvertidas. Antes solía ser así, introvertida. Algunos incluso creían que era una especie de misterio. Y siempre pensaba, para mis adentros, claro está, que quién no lo es. Qué no lo es. Una de mis cosas preferidas del arte, que no es uno de mis pasatiempos preferidos, es esa suerte de incomprensión. Un vínculo dentro de una red de millones de referencias que quedan fuera de nuestro alcance, como las personas. Esto me recuerda a un concepto Kantiano que ayer recuperé de esas cajitas que conforman nuestra memoria. Y pienso que uno es más inteligente cuando tiene acceso pronto o inmediato a toda la información que está perdida y escondida en ese recóndito universo que es nuestro cerebro. O sea, cuanto más rápido haga las interconexiones, pues eso… mejor.

Cuando te conocí yo creo que mi cerebro recordó millones de componentes que estaban guardados en mi caja de los tesoros. Los extrajo y me obligó a enamorarme. Como cuando me enamoro de una pintura o un libro. Cada vez me pasa más a menudo. Yo creo que desde que aprendí tu tacto y el sabor de tu piel mi cerebro registró detalles insignificantes que me permitieron deslumbrarme con la vida. Qué raro es, ¿verdad?, el cómo funciona nuestra cabeza, quiero decir. No sé. Cada vez hay más cosas en mi alijo personal, y ya no sé si es que prima la cantidad sobre la calidad… aunque creo que no. Porque lo que en realidad sucede es que yo no puedo catalogarlas todas. Son las especiales las que tengo presentes. O las especialmente dolorosas. Las demás vivencias están por algún lado que no soy capaz de recordar. No sé, tampoco me gustaría, creo. Pero bueno, es algo que nunca podré saber, porque bueno, si no ha sucedido no creo que suceda.

Aunque quién sabe, si memorizo los suficientes tactos y sabores, todos los sonidos y olores…, no sé.  Quizás sea esa la manera. Si por haberte conocido me enamoré de la vida, quizá, quizá sí. Puede que funcione. Ya te contaré.

sábado, 14 de enero de 2012

Si hoy te viera...

Me gustaria decirte que ya no queda más pena en mí.
Ya, sin rabia, me gustaría darte las gracias.
Quisiera decirte que no todo fue tu culpa. Que la compartimos.
Y que el mundo se ha abierto ante nosotros, por fin.

Ahora estoy contenta, todos los días. Estoy preparada para seguir mi camino.

Te quise. Pero ya no. Buenas noches... y buena suerte.