lunes, 22 de febrero de 2010

de dioses

Después de Madrid y demás aventuras, de suplicar referencias grandilocuentes y falsificar algún que otro papelillo, regreso a mi casa, o al blog. Ahora esperemos que todas las divinidades griegas estén generosas y aúnen y regalen venturas y me destinen los próximos tres meses allende el vasto océano. La patata necesita, sin duda, acudir a sus orígenes. Esperemos que las respuestas sean tangibles y que no tenga que pelarse y trocearse para descubrirlas. Y, si eso sucede, esperemos -ya que estamos- que ni esté agusanada ni contenga defecto de fábrica y sea harinosa.

Por ahora, tras indagaciones, descubre la superheroína que la musa huye porque no quiere mutar. Aunque la necesite la dueña de este pequeño paraíso no-nuclear. Que de tantos "corazones, lágrimas y sonrisas" o avanzamos o morimos. Y si lo dijo Darwin, no hay confusión. Lo dijeron otros, además, ya de la era moderna (véase Hobbes) Y si ellos llegaron a esa conclusión, nosotros... ¿qué debemos reprocharles?

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En fin, con el paso del tiempo todo cambia. Y no cabe objeción alguna. ¡Crezcamos! ¡Maduremos! ¡Cambiemos! ¡Mutemos! ¡Ánimo, señoras y señores! ¡Niños y niñas! Huyamos, como la musa, de los quehaceres diarios y vayamos al circo, o salgamos a las calles, o pisemos el teatro. La vida está allí fuera, bien iluminada, bajo los insolentes rayos de luz.

Dioses, mayores y menores, de la antiguas culturas, iluminad a la humanidad con vuestros crueles o bondadosos atributos. Mostradles el camino, tortuoso o no, de sus penosas existencias. Proporcionadles, de vez en cuando, un asidero para que no se desplomen. Bañadles en elementos radioactivos que provoquen mutaciones y  reidos de ellos cuando sufran.

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Se termina el tiempo. Empieza la cuenta atrás. Tres meses, sólo. Sólo tres meses. Vuelvo a vivir mi vida. Y. sin duda alguna, han sido bondadosos.

martes, 2 de febrero de 2010

La patata radioactiva

Y es que aquí, en el mundo entre Rumbo-fijado y yo, ya casi no hay límites. Es lo que tiene la blogosfera, que te lleva más allá de las historias y los pensamientos modernos. Te traslada a ese mundo real que tanto nos fascina: el de las ilusiones, la novedad, el aprendizaje. Pero si en mi vida las ilusiones, la novedad y el aprendizaje se convierten en fracasos a medias, en la de Rumbo-fijado jamás los hay, porque de todo saca provecho. De ahí el paralelismo.

Aún y así, mi doble personalidad sigue adelante sin mucha frustración. Dentro de poco cambiaré –si la esfera quiere- el aceite de oliva por la manteca de cerdo y los andares entre semi-amigos, amigos, novios y demás por un horario prefijado y un montón de americanitos encantadores. Quizás vuelva con otra tanda de quilos de más. Quién sabe. O quizás el frenesí de “joven trabajadora” me alcanza y pierdo esta absurda pereza que me acosa día y noche. Pereza, a veces. Aburrimiento, siempre.

Que el último es el peor, aunque no os lo parezca. Que estoy empezando a pensar que no nací para escribir, ni para aprender, ni para encontrar cosas nuevas, ni para cambiar el mundo. Últimamente creo que nací para ser vegetal. Una patata, por ejemplo, apetecible pero con demasiada historia dentro de la gastronomía popular.

Y no dudo que sea Rumbo-Fijo, Carmina o cualquier clase de vegetal (volvamos a poner por caso patata), llegaré a donde me toque llegar. Pero quizá en vez de escribir me dedique a hacer cómics y en ellos Rumbo-Fijo comerá una patata radioactiva y se transformará cuando algo deba ser denunciado. Mientras tanto, Carmina se ocupará de mantener al margen a los curiosos que quieran desvelar la identidad de Rumbo-Fijo –o su guarida secreta (Rumbo-fijado)- y su naturaleza de tubérculo.