lunes, 26 de septiembre de 2011

Confesiones

Quiero ser feliz, por encima de todo. Es algo que pareces no entender, pero no pasa nada. Ya no. Aunque en el fondo, aunque me atreva pocas veces a decirlo, si que pasa, porque yo quería ser feliz contigo, no sin ti.

Hace tiempo que estoy mal. Al principio era porque me sentí muy presionada para ser lo que tú decidiste que era una buena novia y después de entregarme completamente pensé que me había equivocado y huí, ese octubre, después de aquella pésima semana juntos.

Luego, todo empezó a funcionar mejor, nos queríamos, sí, nos queríamos. Y todas esas pequeñas cosas que no me gustaban las pasaba por alto. Me habían enseñado a elegir las batallas para ganar la guerra. Un día me desperté y vi que no había sido sabia en mi elección. Me agobiabas, otra vez, pidiendo, pidiendo y pidiendo más. La cosa tenía un futuro y yo no sabía como comprometerme, porque si no tenía claro absolutamente nada de mi vida... ¿cómo podía hacerlo en algo tan importante?

Pero, después de un fantástico viaje a Londres y de tomar esa decisión que no me liberaría, sino que me ataría más, vi lo absurdo que era tirar la toalla y me propuse mejorar, una de esas mañanas en las que uno se levanta y ve los errores con más claridad. Volví a ti y pensé que de nada servían las recriminaciones. a fin de cuentas, cuando uno toma decisiones, acepta el pasado para tomar al futuro de la mano sin acritud.

Tras ello, nos seguimos viendo, sin compromisos, claro. Hasta que después de derrumbarme -aquello que dicen emocional o psicológicamente- decidiste, por primera vez, que no merecía esfuerzo. Tras una llamada telefónica y una petición de amistad, se terminó. Otra vez. Esta vez me dejé llevar por el despecho, me sentí dolida. Y fue la primera vez que mi corazón ganó a mi razón. Aunque mirado con perspectiva, eso sucedió ya la primera vez, la primera que me decepcionaste y me sentí dolida, cuando éstabas cansado o lo que fuera en aquel momento.

Tras un mes sin respuesta, me pediste ayuda. Y yo no iba a dejarte tirado. Así que volví a caer. Y esta vez fue tan bien, tan bien... que tras año y medio no pude más. Cierto es que tres horas contigo me compensaban dos días sin saber nada de ti. O todas esas veces que te dolía la cabeza o estabas resfriado o cansado y no podías hacer el esfuerzo de quedar conmigo. Me compensaban tanto, que incluso me permitía hacer bromas acerca de ello. Y tras irme cada vez más lejos, a NY, ciudad de ciudades o a Madrid y tras mucho insistir no pudiste -no tuviste las suficientes ganas, o la suficiente iniciativa- para ir a verme, todas esas pequeñas decepciones me estallaron en la cara.

Ya no era una vez, sino varias, y la tristeza llenaba mis manos y se me caía de los ojos cada vez que no me cogías el telefono o que no atendías mis mensajes. Todas esas veces que el móvil se te quedaba perdido en cualquier rincón de tu casa y no te parecía necesario estar ahí para mí. Desde luego, no me estabas haciendo nada, ni me habías gritado, ni hablado mal, ni pegado. Y eso era lo peor, quizás. El que no me hubieras hecho nada, que no hubieras hecho nada.

Y así, tras explotar todo lo que había a mi alrededor, al derrumbarme del todo, otra vez no pude más y volvío a llegar esa decisión de octubre, de esa época en la que estoy más triste porque los días se acortan y las noches se alargan y comparto mi insomnio con el ordenador, la almohada o la televisión.

A ello siguieron los dos peores meses de mi vida. Dos meses en los que me parecía absurdo haberme destrozado el corazón cuando era evidente que me querías. Así que lo di todo. Organicé mi vida, crecí. y lo que no sabía era que eso venía de tiempo atrás, decisiones que había pospuesto y que era hora de tomar. Y por primera vez me sentía agusto, feliz con mi vida y conmigo misma. Volvimos.

Lo eras todo para mí y dejé que el corazón guiara mi vida. Lo di todo. Pero nunca pude haber imaginado que se podía dar demasiado. El amor, para mí, siempre ha sido generosidad. Así que, erróneamente, cedí a todo. A llevar lo nuestro en secreto durante diez meses. Me dije a mí misma que era normal, que yo te había hecho daño, que necesitabas tiempo para ver que lo nuestro iba a alguna parte. Soporté las críticas de tus amigos, cuando apelaban a mi locura y al daño que yo te había infligido. Sin dar a nadie explicaciones del porqué y permitiéndote que pensaras que todo era por mí. Qué tonta fui. Aguanté que negaras que estábamos juntos, que mintieras a todos. Que me pintaras como una chica obsesionada por ti. Cuando lo que hacías me dolía tanto... Y me preguntaba a mí misma ¿quién quiere estar con un tío que no quiere decir que está con alguien? ¿Quién quiere estar con un tío que miente a sus amigos?

Así que apelé a la comunicación y te escribí la carta más difícil que he escrito jamás. Te mostré mi corazón, lo que sentía, lo que me dolía. Y creí que la habías aceptado bien. Que lo habías entendido. y pasamos un mes bastante bueno. Una vez más empaticé contigo y decidí no presionarte, así que pasamos a quedar cuando a ti te apetecía. Sólo cuando te venía bien. Me olvidé de las veces que no me llamabas o que no me escribías ni un mensaje y lo hice yo, pensando que en las relaciones, a veces uno da más que el otro. Pero empezaste a no dar nada, puesto que cualquier cosa era un esfuerzo, incluso quedar conmigo. y me hiciste creer que debía sentirme agradecida.

Qué absurdo, ahora cuando lo pienso. Te perdoné pequeñas mentiras, como esa cena para la que diste el sí y luego no existía. Te perdoné promesas de vernos y que luego fueron excusadas por malentendidos -por los míos, por supuesto- O que vieras más a determinada gente que a mí, porque tenía que aceptar que yo era esa plan siempre seguro, siempre segundo, para cuando las cosas no te fueran bien. Te lo hubiera perdonado todo menos que le dijeras a alguien que estabas soltero, después de todos mis esfuerzos, y a alguien del que me llegaría el eco de tus palabras. Porque las malas excusas, como las pequeñas mentiras, acaban llegando a oídos nos deseados al vivir en una zona como la nuestra, en la que en la peor situación, alguien conoce a un amigo de esa persona con la que hablaste.

Te lo hubiera perdonado todo. Incluso que siempre me hicieras sentir la culpable, pues eso es siempre más fácil que pararse a pensar y ver que errores pudiste cometer o incluso que pudiste dejar de hacer o que pudiste hacer mejor.

Lo que más miedo te daba era que me acercara a ti, un día, y te dijera que había conocido a un hombre y que te había sido infiel. Hombres he conocido muchos, personas con las que hubiera encajado mil veces mejor, también. Y nunca he permitido a ninguno pensar que tenían una mínima posibilidad. Aunque potencialmente me podrían haber hecho mucho más feliz. Que no sé si hubiera sido difícil. Pero pensé en darte otra oportunidad. Esperé paciente a que me llamaras y me preguntaras si todo iba bien. Algo que no sucedió. Y todavía me culpas por no haber sido yo la que lo hiciera.

Y todos los poros de mi piel, todos mis nervios se preguntan en qué momento me olvidé de mí misma y sólo importaste tú. Y todavía me pregunto en qué momento me preocupé de tus varias selectividades, de tus exámenes, de tus asignaturas; de tus relaciones paternas y matenas; de si llamabas o dejabas de llamar a tus amigos; de tu salud: de si comías, no comías, si adelgazabas o te mantenías bien; de subirte la autoestima; de si alcanzabas tus metas, de si te ibas a Barcelona, de si entrabas en la universidad que querías, de tus horarios, de tu grupo; de si te ibas a piso y de con quién ibas a vivir; de si tenías todo lo que querías; de si te entendía, de si era una novia atenta, detallista, preocupada. De si lo estaba haciendo bien, atendiendo a todas tus necesidades, estando allí cuando me necesitabas. Por dios, me preocupé hasta de tus innumerables resfriados, de si ibas al médico, de si te hacían análisis y si tomabas vitaminas. Y de comprender todo lo que en cada momento te impedía estar cerca de mí. De todas esas preocupaciones de trabajo, salud y ocio que debía recordar que eran prioridad para ti.

Y mientras tanto, cualquier cosa que me sucediera podía esperar. Yo ya tenía amigos para contarles qué familiar había muerto, cómo me había ido en NY y en Madrid, si había ido al médico para que me miraran la espalda y qué tal me iba la fisioterápia. Cómo me habían ido las recuperaciones y si podía o no seguir en la UPF. Si había empezado bien la unversidad y de qué iban mis asignaturas, de si iba a tener mucho trabajo, de si me gustaba y me iba bien el subir y bajar. De si había conseguido que me matricularan o si seguía  ala espera. De si estaba buscando una habitación, pagada por mí, para el último trimestre con gente de mi uni para no gastarme un dineral en trenes y llevar una vida un poco más cómoda. De si la relación con mis padres iba bien, mejor que bien, y de lo que hacía entre semana. De si veía más a mis amigas, de que mi relación con ellas va mucho mejor y que sus amigos me han acogido como si fuera de toda la vida. De si por fin había vencido mi miedo por el dentista y me habían mirado la muela del juicio. O de si he ido a conciertos, me he comprado ropa o qué he hecho. De si ocupas el ochenta por ciento de mis pensamientos y ya no sé qué hacer.

Y ese día en qué por fin, maté mi orgullo y te llamé -dos veces- pidiéndote ayuda, encuentras que es el momento de hacerse el duro y de hablarme como si fuera esa persona molesta que se empeña en fastidiarte la existencia. Después de todo.

Cuatro intentos de solucionar las cosas y el peso sigue recayendo sobre mis hombros. Esa cruz que llevamos todos. No has querido escucharme. No has hecho caso a mis súplicas ni a mis llamadas de auxilio. Una relación la hacen dos. Me has visto llorar, desesperada, cuando no es algo que haga en público, ni contigo, ni con nadie, a no ser que esté al borde de precipicio. Me has llamado egoista y caprichosa. Me has acusado de tirar la toalla. Y tú, tú la has quemado.





4 comentarios:

  1. Mirar hacia atrás, sin ira, sin pena, sin dolor .... llegará, te lo aseguro y será como un sueño; olvidarás lo malo y recordarás lo bueno ... te quedarás con lo mejor. Y serás más sabia, habrás aprendido, serás - ya - adulta.

    Que pena, pero el dolor forma parte de la vida; la aceptación, de la madurez; la comprensión, de la sabiduría.

    En definitiva, sabrás que asumiendo el daño, la pena, los sinsabores, lo que todos tenems de falible y débil, nos llevan a ser más indulgentes con los demás que con nosotros; nos permiten pasar de la comprensión a la compasión.

    Y que es nuestro deber - tu deber - proteger tu alma, tu corazón, los preciosos dones que eres capaz de dar ... pues no se deben dar nuestras perlas a los cerdos.

    Todo pasará, te lo aseguro y habrá sido un sueño

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  2. Mi niña... Jamás te arrepentirás de haber amado. Pero llega un día que sabes... siempre es un día... podría haber pasado antes o después. Ese día, durante esas horas, el dolor duele más que de lo que habías imaginado. Es una señal inequívoca de que hay que dar un salto y parece que el cuerpo no responde... pero lo das. En esos instantes en los que no perteneces ni a la tierra ni al cielo ... casi ingrávida... comprendes que tú eres. Casi se te había olvidado de tanto vaciarte. Eres mucho y en potencia puedes llegar a rozar lo que tú quieras con las puntas de los pies en tensión. Eres mucho si nadie te encadena. Porque amar, Carmina, no es un lastre que arrastras hasta que no puedes más. Amar a veces también es reposar , descansar junto a la persona amada. Amar muchas veces es dejarse amar. Amar requiere esfuerzo en muchos momentos, pero esfuerzo no es sinónimo de trabajos forzados. El sufimiento forma parte de nuestra vida. Estoy de acuerdo con el comentario de anónimo. Perpo cuando amas y eres amado ese sufrimiento pesa menos... es compartido.

    Parece que es inevitable este tiempo necesario para vaciar la herida y que cicatrice. Pero habrá valido la pena. Ni lo dudes.Te aseguro que sí, corazón. Sabes que siempre puedes contar conmigo... y con mi familia que te adora.

    Besos, Carmina. Que duermas bien. Descansa. Pronto se pasa...

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  3. Es muy bueno enfrentarse con el dolor y sufrir hasta no poder más.

    Pero también es bueno tomar decisiones. Y evitar dependencias.
    Porque tú lo vales. Creo

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