jueves, 29 de septiembre de 2011

Confesiones II

He decidido que ésta se va a convertir en una serie de interés -en cuanto a estar en la red- público, que interés no sé si tiene mucho. Pero voy a hacer como V. Catalá y usar la terapia de la escritura.

Después de llegar al fondo, una empieza a ascender levemente a la superfície. Ayer tuve un gran día. Me levanté, me puse el bikini y bajé con mi madre a la playa. Hizo un día espectacular y el mar, además de llano, estaba limpísimo. Qué bien van los espacios abiertos para apaciguar el dolor. Comimos fideos en un restaurante allí mismo, uno que solía ser chiringuito al que íbamos de pequeños, en el que mi madre estudió unas cuantas asignaturas de derecho mientras nosotros crecíamos, porque allí crecimos. Sobre las seis volvimos a casa y yo dediqué mi hora de la autocompasión a One Tree Hill (una serie pésima) pero resultó que ya no la vi como en los días anteriores.

Me duché y tras ello, de repente me di cuenta del buen día que había tenido. Que había estado contenta mucho más rato del que era habitual: 80-20 (el 80 de alegría) Y qué alegría me produjo eso. Por la noche hablé con el susodicho.

Sunsi tenía razón. Cuando algo se rompe, no siempre puede recomponerse. Cuando uno se ha dado por completo y no ha recibido sino malas palabras e indiferencia como respuesta, ¿qué más queda por hacer? Hoy me duele menos que anteayer, que ayer. Pero mañana será menos y un día, como dice anónimo, habrá sido un sueño. Y yo empiezo a sentir eso, que quedará nublado entre tantos otros sucesos de mi vida y sólo recordaré lo bueno.

Ayer hablé con él. (Y quiero hacer hincapié en que hablé yo, porque -como siempre- él no tenía mucho que decir) Y la conversación no me dolió. Me sorprendió eso. No llegó al punto de serme indiferente, pero no dolió. Hacia tiempo que no me escuchaba a mí misma. Y llevaba tanto tiempo oyéndole sólo a él que me parece increible que todavía quede mi voz. Estoy muy harta, harta de sentirme culpable, pensar que soy mala persona, creer que soy egoista, achacarlo todo a mis defectos, sentir que me rindo, intentar escuchar, lograr comprender, anteponerle a mí, olvidarme de mí, sentir que lo merezco.

Sobre todo de éso, de sentir que lo merezco; que merezco que me haga daño de esta manera: que pase de mí y pensar que es mi culpa; de perseguirle para no ser egoísta; de suplicar su amor y sentirme culpable; de culparme por que no me quiere como le quiero yo a él; de comprender que no me quiera porque no lo merezco; de cambiarme a mí misma para que pueda quererme; de aceptar todas sus demandas olvidándome de mí.

Pero eso no es amor. Yo he salido escaldada, con el corazón roto y mi yo destruido. Pero le sigo queriendo, todavía. Aún con todo. He aprendido a amar de la peor manera posible, pero también de la mejor. Tengo veintiún años y sé cómo es darlo todo por una persona. Otra vez tiene razón anónimo cuando dice que qué pena. Pero no me arrepiento. Creo firmemente que no ha sido en vano que me sucediera. La próxima vez amaré mejor, sin olvidarme de ese componente necesario en una relación, el individuo que da. Que es tan importante como el que recibe, porque ambos tienen la misma función desinteresada -y egoísta, en el fondo-. Y, con un poco de suerte, me sentiré amada. Y pudiendo ser imperfecto, será absolutamente perfecto. ¿No dicen tres mil poetas que no hay amor como el correspondido? 

He amado mucho. Y hoy estoy mejor.

Hoy he tenido un buen día también. Aunque sólo es mediodía. Esperemos que dure hasta mañana. Pero la luz brilla a mi alrededor. Además... Únicamente el loco fijo en su locura imagina que hace girar la rueda en la cual gira T.S. Eliot

2 comentarios:

  1. El primer paso, reconocerlo ....

    Luego, asimilarlo ....

    Otro, más difícil, aceptar las cargas propias ...

    O sea, limpiar la herida hasta el fondo (agua, jabón, alcohol) resquema y duele, pero no cierra en falso, no hay pus ni infección, no supura malos humores; se cierra y sana, cicatriza y deja su marca. Con el paso del tiempo, pierde su rojez, se torna blanquecina y se termina por asimilar al color de la piel propia y a penas se percibe.

    Entretanto, es bueno percibir el entorno, estar atento al mundo y las personas; abierto a las infinitas posbilidades que la vida te ofrece:fructuosa, agradecida y generosa, dando y dándose.

    El futuro es eso que estás viviendo ahora, en este instante, así se han de poner todos los sentidos, para no perder nada, ni lo bueno ni lo malo, pues todo forma parte de esa vida que estás obligada a vivir de la mejor manera posible, casi, casi, por imperativo categórico.

    P.S. Lo estás haciendo bien.

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  2. Mi niña... Hoy tengo pocas palabras, pero tanto afecto por mi joven amiga... A mí me parece un sueño haber leído lo que acabo de leer. Un sueño que creí que nunca llegaría. Un sueño para mí ahora y para ti cuando haya pasado el tiempo... el que sea... Creo que has aprendido a esperar, a dilatar los prontos que antes te llevaban irremediablemente al mismo punto. Chapó, corasón.

    Un abrazo fuerte.

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