sábado, 28 de noviembre de 2009

Las dos miradas (II)

Dos lágrimas se derraman por tus mejillas. Son diamantes de navidad. Te preguntas mil veces por qué lo haces y mil veces te respondes que no lo puedes evitar. Se lo recriminas a la llegada de las fiestas. Dices que estás más sensible, más tierna. Pero unas veces se debe a ellas y otras a los exámenes o a simples preocupaciones. Quieres crecer, madurar, pero en realidad te gustaría volver a la infancia.

Te obsesiona ese tema. Has perdido la inocencia y no sabes donde buscarla. Pero no puedes parar. Levantas piedras, mueves montañas. Y si pudieras, vagarías por el horizonte saltando de estrella en estrella. Te da miedo seguir así. Te da miedo no alcanzar lo que buscas. Lo notas, lo hueles, lo oyes, incluso lo ves, pero jamás lo saboreas.

Casi te has rendido entre tanto empeño. Pero parece que el ímpetu con el que anhelas suele ser más fuerte que tu indecisión. De repente te desmoronas. Pasas semanas enteras sin escribir pensando que jamás recuperarás los dones perdidos y cuando te vuelves a sumir en la euforia de tus palabras temes que vuelva a repetirse el ciclo. Nunca lloras, pero tanto miedo te da el abismo que a veces ni siquiera pronuncias palabras. Y entonces culpas a la gente, a tu entorno, a la vida.

Nunca había visto a nadie tan insatisfecho. Encuentras el placer en los lugares más insospechados (y en los más corrientes, por supuesto) Pero sientes que la desesperanza te persigue. Y te das cuenta de que, en realidad, la culpa de todo sólo la tienes tú. La gente que te rodea cree que eres buena. Es cierto, lo creen. Pero en realidad no saben, ¿verdad? Siempre se te dio bien maquillar tu máscara. Recuerdo que durante el tiempo que pasé contigo me maravillaba la sutileza con la que decorabas el disfraz. Siempre me pareció una cualidad innata.

Ahora te encuentras atrapada entre paredes de cristal. Vives en un bonito palacio dotado de grandes lujos y de hermosas obras. Me recuerdas a la reina de las nieves. Siempre has sido tan delicada, tan frágil, de facciones tan suaves y perfectas. El castillo, sin duda, está hecho a tu medida: demasiado espacio, demasiada frusilería. Frío y acogedor. Apacible. Recibes muchas visitas y sólo yo sé que podrías prescindir de casi todas. Resulta que tu cálido frescor atrae a muchos visitantes. Pero sólo hace eso, atraerlos. Y tú siempre quieres más, ¿no? Por eso vives en el ártico, porque su amplitud te reconforta. Te recuerda que lo sublime y lo eterno son conceptos que sí que se adecúan al universo.

17 comentarios:

  1. Fruslerías, hija, fruslerías

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  2. parece mentira que me lo dejes escrito, teniendo en cuenta que estás en la habitación contigua. Madre mía, mamaaaaarg

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  3. Para ser un post donde tienes que insertar las palabras de mamarrrgggggggggggggh, has salido muy airosa, corazón.

    Tengo en mente un post de las etapas de la vida. El tuyo creo que queda enmarcado en los residuos de la segunda y está a punto de dar el salto definitivo a la tercera: la etapa de la madurez que es tan larga como toda lo que queda por vivir. Pero la segunda hay que quemarla. Muchos ni siquiera lo saben y permanecen asentados en ella. Quien percibe que ha de saltar, pasa un tiempo dolorido. Y siempre asoma la tentación de querer volver a la infancia.

    Atraer, deslumbrar... No es suficiente, como bien dices. En ocasiones, el salto pasa por dejar de deslumbrar y alumbrar en la cercanía. Y las dos miradas se fusionan en una.

    Buen post, Carmina. Los echaba de menos.

    Besiños.

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  4. Y tú siempre quieres más...por eso vives en el ártico, porque su amplitud te reconforta.

    Cuida esa mirada. Las palabras llegarán, seguro.
    Sigo patidifusa.

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  5. Hoy ha empezado a nevar aquí... no sé... no sé si el ártico puede confortar... a pesar de su amplitud... pero claro, somos infinitamente complejos y tan diferentes... y puede que sí, que el ártico sea ese espacio de equilibrio y amplitud.

    ... has captado una idea que me ronda últimamente... esa idea de capacidad para habitar las personas, que no sean una mirada de paso. Ahí, ahí, es donde todos tenemos quizá nuestro talón de Aquiles; esa virtud de poder permanecer al lado de las personas, y no sólo de paso.

    Habitar un espacio, una casa, una habitación... plenamente. Esto también viene a ser lo mismo.

    Tengo la sensación que hoy vivimos de paso, que no nos quedamos en las personas, en las cosas, más de dos minutos... me temo que es la actitud de quien huye siempre, de quien huye de sí mismo...


    "... Recibes muchas visitas y sólo yo sé que podrías prescindir de casi todas. Resulta que tu cálido frescor atrae a muchos visitantes. Pero sólo hace eso, atraerlos..." Y yo sé que no, que no quisiera ser así, como el frío. No.


    Un abrazo.

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  6. Hija: a veces, la habitación contigua puede estar infinitamente lejos.

    Y, sí, S.- tiene razón, se debe saltar, sin mirar atrás, sin caer en la tentación de aferrarse al tiempo pasado.

    Una vez que "sabes" que "eres", no hay vuelta, salvo la premeditada y consciente ¿permanecer premeditadamente en la bobería, en la frivolidad, en la estupidez?

    Porque a eso conduce la negación del conocimiento y no es un lugar cómodo, más bien improductivo, insatisfactorio y especialmente frustante.

    Salta, camina, madura .....

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  7. Creo que voy a pedir a los Reyes una foto poster de mamargggg. Se podría decir de otra manera pero ni mejor ni más claro.
    Escucha la habitación contigua y.... tú misma, prenda

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  8. Carmina... ¿Sigues al otro lado? ¿Cómo van los exámenes, trabajos...?

    Besiños

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  9. Sunsi, lo sé. La cuestión de dar a luz... poco a poco. Es una pesadez. Pero, en fin, aquí sigo. Los exámenes ahí van, los trabajos los estoy terminando. Por eso estoy un poco ausente.

    Un beso

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  10. Lolo! Mientras vayan llegando, no me quejo, aunque sea con lentitud y dispersión. La cuestión es que no se marchen para siempre.

    Gracias :)

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  11. Ana, yo también lo he estado pensando. Creo que es difícil dejar impronta en la vida de los demás y que ellos dejen una huella. He estado pensando que a veces deseámos que esa marca esté demasiado definida... pero es que hay tanta gente que sólo es gente de paso, en un buen sentido. Gente que tuvo algo que ver con alguna decisión y se marchó. Igual que nosotros. No sé, es un tema que da para un post.

    Besitos

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  12. Mamaaaaaaarggg, lo sé. He tenido tiempo para pensar en esta cuestión. Creo que tuvimos esta conversación hace algún tiempo. ¿Estaré estancada en lo mismo? No lo sé. Supongo que la cuestión reside en no increpar al tiempo. (ja, ja)

    Beso

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  13. Mireia!! Qué ilusión!

    Siempre la escucho, créeme. Es inevitable. Gracias por el consejo :)

    mua*

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  14. Pero fíjate qué importante son esas personas... aunque no vuelvas a saber de ellas nunca más.

    Yo recuerdo a una persona amiga de una amiga, la conocí en Santiago de Compostela. Escuché las cosas que contaba ella, entonces yo tenía 27 años y ella 48. Nunca la olvidé. Ni su presencia, ni sus palabras. Me regaló en un par de historias, la de su vida, toda la fortaleza para seguir caminando. Ya ves... y sólo fue una persona de paso.

    Quizá no sea cuestión de tiempo, sino de profundidad. A eso me refería cuando digo que estamos de paso... que no habitamos la mirada del otro, que no dejamos que habiten la nuestra.

    Bueno... supongo que me lío... jajajajaja.

    Un abrazo.

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  15. Sí, sí. Lo entiendo. Pero sigo pensando que la cuestión de la profundidad es totalmente subjetiva. No podemos controlar la importancia que tendremos en la vida de los demás. Aunque intentemos ser "profundos" no deja de ser una visión personal. O en otras palabras, no es más que lo que esperamos del paso del resto del mundo en nuestras vidas. Quizás aquella mujer te recuerde de una manera menos... lo que sea. Tampoco podemos observar a todas las personas de nuestro entorno como posibles seres importantes en nuestra vida. Creo que es materialmente imposible.

    Pero... es mi opinión, subjetiva a más no poder.

    Besitos

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  17. Claro, claro... por supuesto. Es subjetivo, somos sujetos, y nunca, nunca sabemos a priori quién se quedará en tu pensamiento de forma entrañable, triste, alegre... o a saber.

    La vida y sus instantes. Siempre ilimitada y subjetiva.

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