jueves, 22 de octubre de 2009

Entre el yo y lo demás

Soy como los demás. Como los demás. Pero, ¿los demás cómo son?

  • Vale, todos nacemos siendo inocentes. Esa inocencia da una riqueza emotiva enorme. Todo es sorpresa. Todo es nuevo. Y eso lo perdemos con los años.
  • Vale, todos nacemos siendo buenos. De verdad, no de esa manera retorcida y manipuladora que algunos desvelan al mundo. Luego llega la consciencia y las decisiones y siempre podemos elegir entre una buena opción y otra menos buena. Y eso nos hace mejores o peores. ¿Pero malos?
  • Vale, cuando crecemos, como intento de adultos, buscamos modelos de conducta. Los situamos en un alto altar y hasta que se caen. Nos decepciona el fallo, las equivocaciones, observar que son como todos los demás humanos que pueblan la tierra.
  • Vale, todos crecemos y, mientras lo hacemos, buscamos encajar en el mundo. Todos buscamos una posición que nos resguarde del resto de la humanidad. Aparece el sentido del ridículo, la vergüenza por ser uno mismo, la necesidad de englobar y etiquetar a todo ser viviente dentro de un grupo o sociedad. Surje la consciencia pura del "yo" individual y de "los demás" y tratamos de erradicarla.
  • Vale, ese conocimiento nos inunda. Pero aún y así tratamos de mantenernos a distancia de la muerte de nuestro "yo". Buscamos en el mundo una respuesta. La manera de evitar esa parte que nos anula y nos socializa del todo. Y llegamos a la conclusión de que haríamos cualquier cosa por preservarnos a nosotros mismos. Y dudamos. ¿Es egoismo o supervivencia?
  • Vale, sospechamos que es egoismo. Y nos preguntamos seriamente si somos buenas personas o todo lo contrario. Nos analizamos. Hacemos una introspección y observamos que es imperante ser sinceros con nosotros. Nos damos cuenta de que la sociedad nos obliga a decir medias verdades. y una vez más renegamos de nuestra parte social. Y con un poco de suerte, conseguimos vernos como somos, sin mentiras piadosas.
  • Vale, nos da miedo descubrir que somos mediocres. Tan humanos como todos los demás. Tan hipócritas como el resto de la humanidad. Y si lo hacemos, quizás nos mentimos. Pocos tienen suerte y se reconcilian con esa idea.
  • Vale, nos equivocamos. Erramos en nuestras decisiones. Y nos juzgamos. Y nos redescubrimos. Y sí, somos egoístas. Y mediocres. Y como el resto del mundo mundial. Y nos sentimos aliviados. Y nos provoca tristeza. Y nos decepciona la idea. Y no sabemos como vivir de esa manera. Y pensamos que estamos solos. Porque somos peores que hace unos años. No queremos que nadie se de cuenta. Y mentimos. Y nos engañamos.
  • Vale, decidimos ser sinceros. Pero nos da miedo la opinión ajena. Y decimos verdades a medias. Y nos cuesta decir verdades puras. Y nos sentimos distantes, insensibles al mundo. Somos conscientes de nuestro "yo" pero renegamos de él. Decidimos ser como los demás. Sin más. Así parece que seamos mejores.

Y llega ese día en que sabemos cómo son los demás. Igual que nosotros, ni más ni menos. Y nos damos cuenta de que hemos cambiado. Sin embargo, ese cambio sólo lo notamos nosotros. Y rezamos para no ser el modelo de nadie. Para no decepcionar a nadie más.

5 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho todo, pero el final casi lo que más. Si a tu edad dices ya esto no sabes la envidia que das haberlo visto tan pronto, un abrazo y gracias por tu clarividencia.

    Besos de tu tía (a ti se te puede besar ¿no?, es que ya sabes que hay otros miembros de tu familia que no se puede... )

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  2. a mi me encanta que me besen, Aurora. Soy la tierna de la casa...

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  3. ¡Ay... mi niña! Duro redescubrirse... Tengo que leerlo más veces... Te adelanto que no es el fin del mundo. Es el comienzo.

    Promesa cumplida. Tengo ya internet y lo que he mirado primero es tu blog.

    Y mira... me dejas pensando. Eso es bueno.

    Besiños***

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