*Dedicado especialmente a Sarracena, fiel a rumbofijado e impenitente proponiendo retos. (Mamarrrrrrg)
Una vez conocí a un artista que llevaba de equipaje un halo de antigüedad, conocimiento y misterio. Ese olor que buscamos en bibliotecas repletas y en playas desiertas. Era día de mayo en Milos. Adoro las islas griegas, especialmente las Cícladas, las del Dodecaneso y las Espóradas. Son buenas islas. No se puede decir tanto del clima. En mayo, puede amanecer azul y anochecer marengo.
El día que evoco fue un día bastante común. Me levanté para escribir un rato. Seguía trabajando en mi tesis. Llevaba trescientas páginas escritas sobre el Criselefantino y todavía no había hallado la manera de enfocar el misterio de los Nikés y la relación de todo ello con el Art Noveau. Así que, como ya era costumbre, procrastiné mis obligaciones intelectuales por otras menos enriquecedoras.
Una de ellas era estudiar la casa en la que habité durante ese periodo. Era de finales del siglo XVII, encarada al mar (la cercanía de Poseidón y el paso del tiempo eran mis aliadas) Jamás admití que vivir en un sitio sin grandes cantidades de agua era un fastidio para mí. Yo achacaba mis caprichos a la escasez de productividad literaria. (De cara al público, claro, especialmente al familiar) Así que vivía en una isla y en un anticuario.
Los días de tormenta el viento arreciaba y ése era mi castigo por elegir mi peculiar destino. Tenía que ser cosa de él que conociera a mí gurú personal en esas circunstancias. (Además, me vino como anillo al dedo, el artista) Azar fue que el desconocido se convirtiera en más que conocido y en cohabitante de mi humilde y atemporal idilio. Con él, experto en criselefantinas y yo de dicha corriente en el siglo XIX, logré encontrar la conexión que me faltaba. Sólo tuve que afrontar lo inaplazable: que el criselefantino del siglo XIX era un sicofante de la corriente original.
Una vez conocí a un artista que llevaba de equipaje un halo de antigüedad, conocimiento y misterio. Ese olor que buscamos en bibliotecas repletas y en playas desiertas. Era día de mayo en Milos. Adoro las islas griegas, especialmente las Cícladas, las del Dodecaneso y las Espóradas. Son buenas islas. No se puede decir tanto del clima. En mayo, puede amanecer azul y anochecer marengo.
El día que evoco fue un día bastante común. Me levanté para escribir un rato. Seguía trabajando en mi tesis. Llevaba trescientas páginas escritas sobre el Criselefantino y todavía no había hallado la manera de enfocar el misterio de los Nikés y la relación de todo ello con el Art Noveau. Así que, como ya era costumbre, procrastiné mis obligaciones intelectuales por otras menos enriquecedoras.
Una de ellas era estudiar la casa en la que habité durante ese periodo. Era de finales del siglo XVII, encarada al mar (la cercanía de Poseidón y el paso del tiempo eran mis aliadas) Jamás admití que vivir en un sitio sin grandes cantidades de agua era un fastidio para mí. Yo achacaba mis caprichos a la escasez de productividad literaria. (De cara al público, claro, especialmente al familiar) Así que vivía en una isla y en un anticuario.
Los días de tormenta el viento arreciaba y ése era mi castigo por elegir mi peculiar destino. Tenía que ser cosa de él que conociera a mí gurú personal en esas circunstancias. (Además, me vino como anillo al dedo, el artista) Azar fue que el desconocido se convirtiera en más que conocido y en cohabitante de mi humilde y atemporal idilio. Con él, experto en criselefantinas y yo de dicha corriente en el siglo XIX, logré encontrar la conexión que me faltaba. Sólo tuve que afrontar lo inaplazable: que el criselefantino del siglo XIX era un sicofante de la corriente original.
- Sicofante/Sicofanta (m) Impostos, calumniador
Carmina, de verdad, mira, me he reído y ahora hasta estoy llorando -es la edad o las hormonas, ya ni sé-, que no se entere tu madre porque me corre a gorrazos.
ResponderEliminarEstá de muerte, o a mí me lo parece
Apreciada escritora: ¿Usted intenta tomarnos el pelo o escribir en clave para que Mamarrrrrrg jure en arameo intentando descifrar el enigma? ¿Qué te ha echado el gurú en el café, procastinadora?
ResponderEliminarAtentamente:
una filóloga trasnochada con menos imaginación que un cartiche.
jajaja un poco cursi creo que ha salido, y sobran palabras. Pero claro, se pone Mamarrrrg a decir "a que no puedes escribir un texto con estas tres palabras" y me da la vena.
ResponderEliminarUn besillo*
¿Cursi? No, no... Cursi no... Enigmático. Intrigante. Difícil de descifrar. Reto superado. "tolojoro"
ResponderEliminarBesos para ti.