miércoles, 2 de septiembre de 2009

La trucha

Olía a eucalipto, a hierba y a agua. Era agosto, la época de pesca de reos y truchas. Me encontraba en Asturias, metido hasta los muslos en el lago, el agua estaba fría pero la recompensa iba a ser prometedora.
Recordaba la primera vez que había pescado con mosca. Lo había hecho con mi abuelo. Una persona formidable. Era un hombre enorme, de pelo frondoso y ojos intensos. Recuerdo que olía exactamente a esa mezcla de eucalipto, hierba y agua y que mientras preparaba las cañas, se sentaba y me contaba todo lo que sabía sobre reos y truchas. Era interesantísimo.
Una vez me explicó que intentado pescar una grande luchó tanto con ella que resvaló doscientos metros por el lago y que él no se dio cuenta hasta que perdió la caña. Como era un hombre pobre no tuvo más remedio que perseguirla en una barca, a ritmo de remo, hasta que logró sacar el instrumento y al animal. Yo nunca me lo creí. Pero tenía esa mirada intensa y sabia que convence a cualquier niño (y que cuando no convence, haces como que sí, para que no se enfade)
Yo no quería que se enfadara. Y menos conmigo. Era tan grande que su sombra se podía comparar a la de uno de esos esbeltos eucaliptos. Pero cuando se molestaba ésta llegaba mucho más allá. Fruncía el ceño y los labios y sus ojos se tornaban oscuros y brillantes. Y yo me imaginaba así al Señor Scrouch, protagonista de aquel cuento de navidad que me contaba mamá para que fuera generoso. Y el abuelo me recordaba a él, cuando se enfadaba.
Así que cuando me contaba sus batallas con la trucha ponía cara de creérmelo de verdad. Aunque no era del todo mentira. Siempre pensé que se peleaba con las truchas, aunque ellas sólo querían desovar y seguir el curso natural de los acontecimientos de su vida.
Mi abuelo, a pesar de todo, era divertido. Me llevaba y me hacía sentir como si fuera mayor. Así que me sentaba a su lado, cuando él estaba sentado y lanzaba el cebo cuando lo hacía él y me metía en el agua aunque repeliera su frío contacto. Es curioso que de niños, todo nos parezca interesante. (Nota: luchar como el abuelo con la trucha para no perder el interés que se tiene de niño)
Un día ví un cuadro que podía representar al abuelo. Se trataba de la pintura de un lago, con eucaliptos, hierba y agua, casi se podía sentir su olor. Todo era verde y se notaba el frío que debía asediar al hombre que, semisumergido, sostenía su caña entre las grandes manos. Lo tengo colgado en la pared del salón.
***
El señor Scrouch murió en el lago, cuando finalmente una trucha dorada picó el anzuelo y no quiso morir. Mi abuelo, impenitente, no soltó la caña y dado que sus fuerzas eran pocas, se deslizó por el agua, caña en mano, hasta ahogarse. Gracias a Dios, la gran trucha murió también.

4 comentarios:

  1. Al principio parecía un relato veroímil, Carmina. Ja,Ja... He picado el anzuelo. Final rápido... imprevisible. Zas... das la vuelta y lo verosímil entra en el mundo del sueño...¿o de la fantasía de los cuentos? ¿Desde el principio es soñado?, ¿es una pesadilla hecha realidad? ... ¿o es el recuerdo de un sueño?.

    Me ha gustado mucho, Carmina. Disculpa que no haya comentado hasta hoy.
    Besiños.

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  2. Hola :)
    Gracias Sunsi, de verdad. No sé muy bien qué es exactamente porque surgió improvisado. La verdad es que estaba dándole vueltas a un artículo de opinión y no había manera, así que lo borré y me salió esto. Y, como ese cuadro lo tenía en casa, saqué a partir de allí.
    Beso*

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  3. Es muy bueno, de verdad, sigue, hermosa, vales tú... mucho...

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  4. confío en vuestra sinceridad... Lo sabéis, ¿verdad?

    :)

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