Mi aldea es una pequeña. Apenas somos cien. Está situada en un claro y todo lo que nos rodea es bosque. Nuestra sociedad está jerarquizada. Y yo quiero ser la punta de la pirámide. En la base están los aldeanos. Luego los padres de familia y los jefes de aldea y por encima de ellos los druidas.
Yo quiero ser druida. Son sacerdotes y jefes supremos. Ellos mandan. A mí no me gusta que me ordenen. Es mejor al revés. Cuando me dicen que despeje la aldea de excrementos y despojos me molesta. Estoy por encima de ello. Así que tengo muy claro adónde quiero llegar.
Para serlo tengo que dominar una serie de técnicas. Pero antes, mi cuerpo tiene que estar en armonía con la naturaleza. Por eso llevo dos meses viviendo en el bosque. Sólo. Sin nada. Nada fabricado por el hombre. He vagado por todo el territorio. Un día llegué a los Montes de Arrée. Son preciosos. Descubrí muchas plantas que no tenemos allí, en la aldea.
Las técnicas que tengo que asimilar, en cuanto alcance la asonancia con el mundo, son diversas. La que más me interesa es la botánica. Permite hacer una serie de rituales que son de sumo interés. Como por ejemplo, contactar con los espíritus benévolos para que muestren el futuro. O hallar la dualidad animal a base de jugo del Narciso de Glénan.
La prueba de fuego es vivir la semana más dura de invierno en el bosque. Pero no es dura por el frío. La práctica que hago ahora es para dominar los instintos básicos. Lo más difícil es que el sumo sacerdote nos pide que encontremos siete -porque es el número sagrado- variedades de vegetales y que confeccionemos una pócima a partir de sus fulcros. El nardo marítimo, la yerba azul, el eringio marítimo, la drosera, que se alimenta de insectos, la silene y la armeria marítimas y, por último, el hinojo marítimo.
El orden a la hora de crear la poción es de extrema importancia. Y las medidas también tienen que ser exactas. Si se comete un error, por pequeño que sea, el jugo se vuelve deletéreo y podría morir. Y mi vida me importa. Por eso sólo hay un druida por aldea. Porque la mayoría se envenenan a sí mismos.
La siguiente: desopilante, eufónico, endogámico.
ResponderEliminarVeamos que eres capaz de hacer..........
Me encantan estos relatos... son mi género favorito, ya que explican hasta el menor de los detalles de la cultura y vida del personaje.
ResponderEliminarSaludos.
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ResponderEliminarAl habla Rotenmeyer. Idea: un 9. Ejecución... ¿lo dejamos en un 7?
ResponderEliminarSigue batallando. El pulso, al final, lo vas a ganar tú. Al fin y al cabo las palabras son instrumentos.
El anterior comentario era casi idéntico... He enmendado algo para ser más justa.
:) notable justito. Vamos a subir la nota. GRacias Rotenmeyer -que ni queriendo.
ResponderEliminarUn beso*
Un beso para ti. No...no...Notable justito no... Notable alto, que la idea también hace media. Lo que pasa es que a algunas nos tienes mal acostumbradas. Y, qué narices, si sólo eres una universitaria que hace un año que aterrizaste en la Facultad...
ResponderEliminarAtentamente:
Una humilde admiradora...
perdón, yo como no soy profe y soy mucho menos exigente o sabia o que realmente no sé de nada y menos de literatura, te doy un sobresaliente. Pero esto es malo, muy malo, porque en la siguiente "evaluación", ya sé que hay que aplicarte otra vara de medir, otra escala, la de quienes juegan en división 1A, ni de ciencias ni de letras, me es igual.
ResponderEliminarDesde ahora juegas en otra división, o a otro juego que es el tuyo, sólo tuyo. Tú ni ciencias ni de letras, tú misma, Katt, adelante y a por ellas. Las que sean.
jajaja gracias Máster. Gracias Sunsi. A por todas, entonces.
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